Los yates en la dársena del puerto, rodeados de muelles, de muros, almacenes y alambradas de espino, tienen el aspecto de ser mas bien unos presos meditando sobre la libertad, con la tristeza propia de un espíritu libre en reclusión. Las amarras los mantienen atados a las rocas al borde de una carretera sin pavimentar, mientras los pescadores locales, ataviados con su falda, se pasean como carceleros curtidos, lanzando a requerimiento nuestro, celosas y vigilantes miradas a las amarras que engrillan los barcos inmóviles, pasivos, silenciosos y firmes, como perdidos en la honda nostalgia de sus días de libertad y peligro en la mar.
Hoy nos dicen que el buque que tiene que transportar nuestros yates sigue acumulando nuevo retrasos. En todo caso, no nos queda otra opción que esperar y esperar procurando no desesperar. El nuevo visado que conseguimos después de tener que salir y volver a entrar en este país, ya se nos hace corto y tenemos que volver a renovarlo. Confiemos en que no tengamos que volver a salir de Omán.