Hemos pasado unos días agradables en Dubai pero de nuevo debemos enfrentarnos a la realidad, a la cruda realidad de falta de noticias sobre la llegada del barco transporte. Mientras, los barcos están tristes, están cansados pero tienen miedo de quejarse por si los abandonamos aquí lejos de casa, ellos todavía no saben hasta donde llega la fidelidad y el amor del marino para con su barco. Que gran fatalidad para un marino estar tanto tiempo en tierra, que larga y que desesperante se hace la espera.
Grandes barcos, vacíos de sus gentes que deambulan a lo largo de los muelles y con las cubiertas llenas de una finísima capa de arena que el ingrato viento nos trae día a día sin cesar desde el desierto atravesando las montañas, de la cantera de grava próxima a este puerto o el no cesar del continuo vaivén de los camiones que la transportan.
Barcos que ahora mas se parecen a inmóviles edificios que a objetos destinados a flotar, aquí, cautivos por expresa voluntad de la piratería del Mar Arábico.