Entrevista RAC1

El blog d\’El món

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Pirates: de la ficció a la realidat

20/05/2011 

Pel·lícules com Els pirates del Carib, que avui estrena la quarta entrega, han creat una imatge del pirata que poc s’assembla a la realitat. Segons l’Enric Garcia, cap del Centre de Documentació del Museu Marítim de Barcelona, “ningú desitjaria tenir-ne un de veí”. Avui hem parlat del passat i el present de la pirateria. Per fer-ho, hem comptat també amb el testimoni d’en Jaume Cortés, un navegant que ha viscut en primera persona un intent d’assalt pirata.

7 respuestas to “Entrevista RAC1”

  1. oscar palencia Says:

    Et segueixo des de que vareu partir!

    casualment també navego al port Masnou!

    motls ànims!!

  2. Jaume Says:

    Hola Oscar,
    T’he enviat un e-mail. Gràcies pels teus ànims i espero conèixer-te a la nostra arribada que anunciarem en breu abans de sortir a Marmaris

  3. Pilarín Says:

    Hola tito,
    He oído el audio y la verdad es que impresiona todo lo que explicas, espero que estés bien, me ha gustado oir tu voz!
    Bss

    • Jaume Says:

      Hola guapa,
      Cada vez que vienen estos recuerdos a mi mente se me ponen los pelos de punta. Pero la vida sigue y hemos de superar este drama, aunque el recuerdo de nuestros amigos asesinados permanecerá en nuestros corazones.
      Un beso

  4. Martin Pedro y Mune Says:

    Hola Jaime.
    Muevamente en contacto.
    El Barça Campeon de Europa.
    Mi familia allí en Barcelona Bien.
    Y desde Tucuman, la familia y amigos deseando que todo pase y llegues bien a Barcelona.
    Bueno chango creo que nos veremos muy pronto.
    Adeuuuuuuuuuuuuu.

  5. Norberto J. Blanco de Armas Says:

    CUENTOS TURCOS…Y SULTANES..

    Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y zarparon en dirección al mar abierto.

    Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos – que jamás había visto el mar, y había pasado la mayor parte de su vida en las montañas – comenzó a tener un ataque de pánico: sentado en la bodega de la nave lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón.

    El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación.

    Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó: – Si Su Alteza me da permiso, yo conseguiré calmarlo.

    Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no sólo se permitía, sino que sería recompensado si consiguiera solucionar el problema.

    El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de tripulantes agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.

    El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo alzasen nuevamente hasta la cubierta del barco.

    A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje – que antes era un tormento para todos los que se encontraban en el barco – se transformó en una experiencia de armonía y tranquilidad.

    Poco antes de regresar al puerto, el Sultán fue a buscar al ministro: -¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría? -Por causa de mi matrimonio -respondió el ministro.- Yo vivía aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella. Sólo regresó después de que le prometí que jamás volvería a atormentarla con mis miedos.

    De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Después que conoció eso, entendió perfectamente lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

    -Sabia actitud – comentó el sultán

    -Está escrito en un libro sagrado de los cristianos, la Biblia: «Todo aquello que yo más temía, terminó sucediendo». Ciertas personas sólo consiguen valorar lo que tienen cuando experimentan la sensación de su pérdida.

    Autor: Paulo Coelho

    Otra historia de un sultan:

    En un país muy lejano, al oriente del gran desierto vivía un viejo Sultán, dueño de una inmensa fortuna.

    El Sultán era un hombre muy temperamental además de supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.

    – ¡Qué desgracia mi Señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.

    – ¡Qué insolencia! – gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

    Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:

    – ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirás a todos sus parientes.

    Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando éste salía del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:

    – ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos con cien monedas de oro.

    – Recuerda bien amigo mío –respondió el segundo Sabio– que todo depende de la forma en que se dicen las cosas… La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la enchapamos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado…

    – No olvides mi querido amigo –continuó el sabio– que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o el optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad».

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